Historia con espinas


He esperado muchos, muchos años, para ver el glorioso momento del desenfreno amarillo de los astrophytum y el del lophophora williamsii, cuyas flores duran sólo un día. La mínima flor rosada del lophophora williamsii, comúnmente llamado peyote, tiene un olor muy afrodisiaco: huele a sexo femenino. Los astrophytum huelen a sexo masculino. Perfecta relación yin-yang.

La carnegeia gigantea (saguaro) es un bebé aún (doce años) y dudo que en vida pueda verlo florecer. Lo compré en Tucson, Arizona, y me lo traje de contrabando en el bolsillo de mi chaqueta, junto con una bolsita de semillas de otros cactus. Al volver a Chile, en la aduana me hicieron la clásica pregunta: ¿Tiene algo que declarar? Ante mi cara de santa con aureola, me dieron la luz verde. Mi saguaro se ha comportado bien estos años. Su crecimiento es lento, muy lento. Cada primavera lo cambio de maceta y lo pongo cerca de los peludos cereus bolivianos y de las exuberantes echinopsis multiplex, de flores perfumadísimas que abren al atardecer de un modo tan salvaje que ningún insecto se atreve a acercarse. Sólo yo soy capaz de meterme a husmear sus estambres y rincones insospechados. Y ellas, las echinopsis, se introducen más tarde, y me largan pesadillas de rosado siniestro.

Para las que amamos los cactus, vale la pena tener los dedos con espinas encapsuladas dentro de la piel. Odio los guantes de jardinería. Claro que las doscientas especies diferentes de cactus y crasas que ya tengo se han acostumbrado a mí y no me hacen nada. Me miran a través de sus agujas y dicen algo así como: “ámanos, ámanos”. Quizás es sólo el silbido del viento o las quenas tristes de los cactus de San Pedro que quieren volver al desierto.

Aquellos que piensen que me como los cactus, están en un profundo error. No podría devorar a mis hijos espinudos. La mejor droga es el voyeurismo: no me canso de mirarlos. Tanto los miro que Ivalú, la loba blanca, que también vive en mis lares, se pone celosa y los ataca en plena noche. Desde mi cama oigo sus gemidos lastimeros. Los cactus se han defendido por enésima vez. Entonces, debo levantarme a sacarle las espinas enterradas en su hocico.
Ha llegado el momento de tomar una decisión: la literatura o los cactus. Debo confesar que soy más feliz haciendo injertos y cristaciones .

5 comentarios:

  1. Felicitaciones bella labor llena de sentimientos y admiración

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  2. Felicitaciones bella labor llena de sentimientos y admiración

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  3. Muy bello tu blogs lleno de sentimiento, también soy una amante de estas preciosuras, hace años atrás también llegue a tener una bella colección pero por comprar en un cactario infectado elimine mis bellos hijos sin querer, la felicito por sus bellezas y es grato saber que somos muchos los amantes de esta bella creación tan especial y atractiva, espero algún día poder intercambiar hijuelos, saludos y muchas bendiciones,

    Lore
    Sexta región, chile.

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